Un año sin abrazos
Muchos han sido los artículos publicados sobre el virus después de un año de pandemia, de cuarentena y de aislamientos voluntarios. Nos ha impactado, sobremanera, el cambio de vida que nos ha tocado asumir, pues ha incidido en nuestras emociones, en el campo productivo, en la economía y en nuestra manera de ver el mundo. Pero nada me ha impactado más que haber tenido que vivir un año sin abrazos.
Los latinos, en general, hemos sido culturalmente, personas afectuosas: nos tocamos cariñosamente, nos saludamos de beso, nos tomamos de la mano. Habrá algunas excepciones, por supuesto, pero en general, me atrevo a decir que somos amorosos, incluso efusivos. No nos es extraño un abrazo o muchos de ellos, hablamos con cierta suavidad y todo esto lo expresamos públicamente. No es algo que esté destinado a la intimidad de los hogares.
Por eso hoy y después de todos estos meses de aislamiento, he extrañado inmensamente los abrazos. Esos que se volvieron tan importantes en mi vida con el pasar de los años. Por solidaridad y respeto a los demás, el saludarse con un guiño o con un choque de puños ha sido la conducta habitual que hemos asumido, pero, ¿es eso suficiente?
Por supuesto que no. Porque, ¿de qué hablamos cuando hablamos de abrazos? Si nos vamos a la definición del diccionario, Wikipedia nos dice que un abrazo “es una muestra de amor o un saludo, que se lleva a cabo con los brazos alrededor de la persona a la que se brinda el gesto, apretando o constriñendo con fuerza y duración variables”. Eso así expresado, suena como a una fórmula matemática.
No es a eso a lo que me refiero. Hablo de esa manta afectuosa que nos rodea cuando mostramos afecto por el otro, cuando felicitamos, cuando nos encontramos en algún lugar, cuando apreciamos lo que el otro dice o hace. ¡Hay tanto en un abrazo!
Personalmente, he estado aislada tal vez más de lo que para mucho es prudente. Por miedo o por seguridad me he confinado a tal punto que he vivido prácticamente sola. Pocas veces me he reunido con mi familia y con las personas que quiero por temor a contagiarme o a contagiar, lo que sería peor e imperdonable. No le temo a la soledad. La vivo sin problemas. La tecnología incluso me ha acercado a personas que las tenía perdidas en mi mundo relacional. Podría decirse que he manejado el aislamiento social de manera provechosa y productiva, si me permiten esos términos. Pero lo que sí he sentido ha sido el aislamiento físico.
¿Qué momento habrá más feliz que los reencuentros con estrechos y apretados abrazos? Por ahora, para mi son historia y faltará algún tiempo más para que vuelvan a ser parte de nuestra cotidianidad, al menos de la mía. ¿Cuándo nos imaginamos que por un invisible virus tendríamos que suprimir estas maravillosas expresiones de afecto por miedo o por cuidado?
Es que en el acto de abrazar hay una respuesta a una necesidad humana cuando interactuamos con las demás personas. Es natural a nuestra esencia. En un abrazo hay una despliegue de amor o de cariño hacia quienes sentimos cerca de nuestro corazón. En un abrazo se recibe afecto, seguridad, protección, alegría, energía. Nos regala una sensación de placer que pocas otras cosas nos aporta. No es pequeña cosa.
Si nos vamos al plan fisiológico, en un abrazo hay un derroche de serotonina y dopamina que contribuyen a generar una mayor sensación de satisfacción y tranquilidad. Algunos nos dicen que en un abrazo prolongado se libera oxitocina, también llamada la hormona del apego y del amor y nos ayuda a aminorar la ira, la ansiedad, la preocupación excesiva, el odio, la tristeza, emociones que mal manejadas pueden llegar a afectar nuestra calidad de vida. No nos resuelven el problema, pero sí nos alivian la existencia.
Si lo pensamos de manera productiva, Paulo Coelho nos dice “que cada vez que abrazamos a alguien con gusto, ganamos un día de vida.” UN DÍA!!!!! Además gratis!! Todo esto y más hay en un abrazo, en ese simple acto de llevar “los brazos alrededor de la persona a la que se brinda el gesto, apretando o constriñendo con fuerza y duración variables”.
He extrañado los abrazos!!! He añorado todo ese lenguaje no dicho, pero que percibimos y entendemos. Muchas veces he dicho que con esta pandemia he llegado a apreciar como nunca las simples y pequeñas cosas de la vida, pero hoy le doy relevancia al valor de abrazar, a esa maravillosa forma de dar y recibir amor y afecto.
oy, pienso en lo emocionante que va a ser el día que responsablemente podamos abrazarnos, sin mediar palabras ni preguntas, un abrazo de esos de oso que nos quiebre hasta los huesos, un abrazo que nos rompa los miedos. Porque…
“Me gustan los abrazos
Que llegan de la nada.
Sin pedir.
Sin avisar.
Esas manos que te dicen:
“Aquí estoy yo
para salvarte de todo””
(César Ortiz)
“Porque hay un traje que se amolda a todos los cuerpos…
los abrazos»