Los amigos son la familia que escogemos
Los amigos son la familia que escogemos
Este título, que no es mío, lo tomé de Mente Asombrosa, me ha servido de inspiración para introducir un tema que desde hace tiempo sentía que estaba en mora de dedicarle unas palabras: la amistad. Porque, ¿qué sería de la vida sin esos amigos y amigas que te llenan la vida de felicidad y amor?
Y es que en estos tiempos de pandemia en la que nos ha tocado vivir una vida más tranquila, más sosegada, más aislada y menos activa socialmente hablando, la importancia de las amistades salta a la vista. Ahí es donde termina uno de comprender quiénes en realidad están ahí para uno y, por qué no, uno para ellos. No importa si no nos vemos o si no nos contactamos muy seguido, es suficiente saber que están ahí y que de tanto en tanto, aparecen con una llamada, un mensaje, con una voz de aliento que da fuerza y alegría a la vida. Un simple “¿Cómo estas?” se siente como el mejor regalo que se pueda recibir. Y preguntarlo también. Durante la cuarentena envié un mensaje a muchas personas que quiero y admiro con ese saludo y cual fue mi sorpresa al recibir una respuesta abrumadora de personas cercanas y no tan cercanas, pero que están en mi corazón, queriendo saber de mi. Confirmé a muchos amigos y recuperé otros cuantos. En ese momento, me di cuenta, con un gran sentido de gratitud, lo maravilloso que es saber que mi mundo relacional sigue vigente y afectuosamente, vivo. No puedo agradecerle más a la vida que saber que todos ellos y ellas, de una u otra manera, están tan presentes y atentos a mis dichas y nostalgias.
Aunque amistades hay de muchas clases, todas son importantes. Hablo de aquellas que aunque pasen los años, siguen siendo las de siempre. Hay otras que se despiertan a través de una relación laboral, pero que terminan constituyéndose en entrañables eternamente. Otras incluso no saben lo especiales que son. A veces nos alejamos sin saber por qué; pero las reconozco y las guardo en un lugar muy especial en mi corazón. Si llegasen a aparecer serían muy bienvenidas con los brazos abiertos. Es cierto que no escogí a mi familia, aunque algunos piensen que sí, que la elegimos desde antes de nacer. De todas maneras, llegué a ella para hacer de ella mi gran círculo íntimo. Cada uno, a su manera, me regala su afecto, su camaradería, su cariño. Espero poder retribuirla del mismo modo.
Hay otras amistades que se desarrollan con el tiempo, que se les conoce el alma, aunque eso sea lo único que nos relaciona. Pero no se necesita más. Son así de valiosas. Pertenezco a un Círculo de Mujeres desde hace unos diez años. Entré allí invitada por dos amigas colegas que lo conformaron. No conocía a nadie más y sin embargo, el tiempo me permitió entrar en las vidas de estas otras mujeres sin necesidad de conocer sus “haceres” o sus origenes. Eran mujeres que, como yo, se permitieron abrir sus corazones a través de conversaciones transformadoras. Quién necesita saber más cuando se desnuda el alma en un ambiente amoroso, cuidado y genuino. Se que estarán por siempre a mi lado porque hemos recorrido muchos caminos juntas.
Ellos todos son mi “tribu correcta” como lo llama Dan Buettner. La tribu con la que he compartido, reído, me he nutrido, he llorado hasta decir no más. Esa tribu verdadera que es incondicional, me escucha, me habla al oído con generosidad para lo que no hay palabras que puedan definir ese sentir.
Con el cierre del año cerca, te invito a que hagas un balance y traigas al presente a tu tribu. Es tiempo de identificarla para ver cuál es el lugar que ocupan en la diana de tu corazón, la reconozcas y le dejes saber lo importante que es para ti.
Te pregunto: ¿qué tan lejos o qué tan cerca estás de las tuyas?