Emparapetados tras las redes
Emparapetados tras las redes
A riesgo de caer en desgracia por las posibles respuestas que pueda recibir, particularmente, de aquellas que no están de acuerdo conmigo, y producto de toda la violencia virtual que hemos vivido en las últimas semanas, comparto un sentir generalizado sobre lo que está pasando en las redes sociales, particularmente, con aquellos que, escudándose en la pantalla de un computador o celular, despotrican de todos y de todo.
Me refiero a “los emparapetados”. Si, aquellos que incapaces de manifestar sus posiciones con argumentos sólidos, se valen de su invisibilidad para insultar, minimizar, injuriar, ridiculizar y más, a los que se atreven a expresar, y con derecho, su manera de pensar, aunque resulte absurda o diferente para ellos.
Y si eso pasa con la publicación de algo tan mágico y frugal como una receta, ya se podrán imaginar lo que está pasando en otros espacios en los que se comparten pensamientos e ideologías. Estamos siendo testigos de actos tremendamente frenéticos, crueles y, sobretodo, violentos.
Atrincherados en la invisibilidad que les proporciona la red, se envalentonan y dándoselas de “audaces” ponen al descubierto los instintos más bajos de su naturaleza humana. Me pregunto que pasaría si al preguntarles si serían capaces de decirle lo mismo a esa persona, frente a frente, cara a cara, ¿qué creen que dirían? Muy probablemente, dirían que no. La valentía no les alcanza para eso.
Hay tanto odio, enfado, resentimiento, o como lo quieran llamar en las redes sociales, que a las personas que emiten toda esa serie de insultos, ya se les conoce como los “haters”, o más conocidos como los odiadores, o como los llamo yo, los “emparapetados”. Son aquellas personas que suelen reaccionar a los comentarios, opiniones o aportes de manera hostil y nada constructiva. (www.entrepreneur.com. Mayo, 2021). Esos haters son la nueva amenaza desbordada y violenta por parte de quienes, de manera intencional o no, pretenden afectar la reputación de los usuarios.
En ambientes tan polarizados como los que estamos viviendo, hay muchos tipos de haters: son de todas las edades, se encuentran en todos los niveles sociales y en todas las ideologías. De hecho, particularmente, utilizados por quienes buscan crear ambientes de tensión, odio y de discordia. Es una de las nuevas formas de violencia del siglo XXI. Una violencia desbordada y manifestada de tantas maneras, que “mata” con la palabra. Porque por ahí empieza: en la palabra.
Han encontrado en los mensajes un medio para, de manera huidiza, sacar toda su frustración o su incapacidad para sustentar sus ideas con argumentos sólidos que demuestren conocimiento, habilidad, o al menos, información. El odio que se transmite es un odio “que ha causado muchos problemas en este mundo, pero hasta ahora no ha resuelto ninguno”, como bien lo expresa Maya Angelou, reputada poetisa estadounidense y activista de los derechos civiles en ese país. Se ofende de manera reiterada, no solo por molestar; se ofende porque no se está de acuerdo, o porque se aprovecha para despotricar de su víctima o para acabar con su reputación. Se ha creado un vocabulario de bajo fondo incitador y vulgar. No soy más explícita por temor a molestar a algún lector, pero lejos están de sumar puntos de vista a la diversidad de pensamientos. Y conscientes o no de este lenguaje, hacen un daño irreparable, a veces, con consecuencias muy devastadoras para la persona que los recibe.
Se asume por parte de estos ciberdelincuentes que las redes les da el derecho a expresarse libremente, cuando en realidad, esa invisibilidad que les proporciona una pantalla no les dan la libertad para burlarse o desprestigiar a las personas. Algunos se preguntarán: pero y, ¿qué pasa con nuestro derecho a expresarnos libremente? Es eso, un derecho, pero entendiendo que esa libertad tiene un límite que llega hasta donde empieza la del otro. Son espacios que no se deben cruzar y menos, si es para vulnerar al otro cuyos derechos están igualmente protegidos.
Por suerte, los sistemas penales han ido acondicionándose a estos nuevos ataques cibernéticos que en algo frenan el pisoteo y la agresión. Pero aunque contemos con esta salvaguarda, recordemos ser muy cuidadosos al momento de entablar una “conversación virtual” o emitir una opinión o respuesta, pues no solo debemos darle total cumplimiento a nuestros deberes y derechos que evidentemente, no abarcan el irrespeto a los demás, ya, en algunos casos, el daño es irreversible y repararlo cuesta muchísimo.
La ley del espejo (de Carl Jung) nos pone de presente que el mundo exterior funciona como un reflejo de lo que acontece en nuestro mundo interior. Es vital tener en cuenta que cada vez que vayamos a expresarnos a través de las redes sociales, no es del otro de quién hablamos, aunque esa sea nuestra pretensión, sino que pone en evidencia nuestras luces y sombras, un verdadero retrato de nuestro ser interior. Por eso:
“Las personas sabias, cuando son ofendidas, se quedan en silencio.Porque, aunque tengan argumentos para defenderse, saben que el problema es del ofensor”
Es un principio de defensa a la que todos tenemos derecho.