“Me he llevado la primavera dentro de mi y nadie nunca podrá quitármela”
La vida es y ha sido una incógnita y vivirla un desafío. Son tiempos de cambio y con él aparece o nuestra resistencia o nuestra capacidad de adaptarnos para hacerla más o menos llevadera. Así nos lo ha puesto esta pandemia: o la vemos con nuevos ojos o nos quejamos de lo que fue y ya no es. Dependerá de cómo cada uno quiera enfrentar este nuevo contexto que nos ha tocado vivir.
ISA Jaramillo
www.isajaramillo.com
Septiembre 16, 2020
Y como en el cuento, la forma de ver y afrontar la “peste” por parte del capitán y el mozo, es un reflejo de cómo cada uno percibe y vive estos tiempos sin referencia alguna en el pasado, tiempos sin explicación, sin vivencia previa. Difícilmente, encontramos otra época en la cual nos hubiéramos tenido que aislar del mundo por causa de un invisible virus que nos exigió un alto en el camino y un cambio en la sociedad.
Lo reproduzco con la intención de motivar, a quienes lo lean, una reflexión o introspección acerca de cómo han vivido esta cuarentena: ¿desde la motivación del Capitán o desde la mirada del Mozo?
“Capitán, el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto”
“Que te inquieta chico? ¿No tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?”
“No es eso, capitán, no soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia”.
“¿Y si te dejaran bajar y estuvieras contagioso, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?”
“No me lo perdonaría nunca, aún si para mí han inventado esta peste”
“Puede ser. ¿Pero si no fuese así?”
“Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de la libertad capitán, me han privado de algo”
“Y tú prívate aún de algo más”
“Me estáis tomando el pelo?”
“En absoluto. Si te privan de algo sin responder de manera adecuada, has perdido”
“Entonces, según usted si me quitan algo, ¿para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?”
“Así es. Lo hice en la cuarentena hace 7 años.”
“Y qué es lo que os quitásteis?”
“Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses en los que esperaba llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. Nos vetaron bajar a Port April.
➢ Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros.
➢ Luego empecé a contestar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica.
➢ Sabía que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás. Antes empecé a reflexionar sobre aquellos que tienen muchas privaciones cada día de su miserable vida y luego, decidí vencer.
➢ Empecé con el alimento. a) Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente, b) Luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se sobrecargase mi cuerpo c) Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido al hombre en salud.
➢ El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles.
➢ Me impuse leer al menos una página cada día de un argumento que no conociera.
➢ Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco.
➢ Un viejo hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza.
➢ Por la tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias a cualquier entidad por no haberme dado un destino de privaciones serias durante toda mi vida.
➢ El hindú me había aconsejado también tener la costumbre de imaginar la luz entrar en mí y hacerme más fuerte. Podía funcionar también hacerlo para la gente querida que estaba lejos y así esta práctica también la integré en mi rutina diaria sobre el barco.
➢ En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que haría una vez bajara a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera.
➢ Todo lo que podemos obtener en seguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron… Me había privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar solo en lo que me habían quitado.
“Como acabó capitán?”
“Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.
“Os privaron de la primavera entonces?”
“Si, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente, me había llevado la primavera dentro, y nadie nunca más habría podido quitármela”.
Muy seguramente a ti como a mi, leer este cuento nos ha despertado reflexiones y nos ha planteado muchos interrogantes. Preguntas como:
• ¿Cómo y de qué manera he vivido todo este tiempo? ¿He vivido o he sobrevivido?
•¿Qué he aprendido de mi que valga la pena conservar?
•¿Qué fuerza interior mía me está permitiendo salir adelante?
•¿De cuántas primaveras me he privado por querer conservar las cosas como han sido hasta ahora?
•¿En qué lugar me he puesto todo este tiempo? ¿En el lugar de la escasez, del no puedo, de esto es imposible, o en el lugar de las posibilidades, de la creatividad?
Este tiempo de cuarentena, opcional o impuesta, es como estar en el limbo. Atrás queda la vida que fue, la conocida, la que hoy calificamos como zona de confort porque, de alguna manera, sabíamos como vivíamos. Pero eso cambió. Ante nosotros tenemos un futuro incierto, una “nueva realidad”, a la que no nos queda más que ajustarnos. Porque el cambio es y será una constante: cambios en la familia, en las relaciones, en las rutinas, en el país y en el mundo entero.
Y volvemos a preguntamos: ¿Qué cambio y qué no? ¿Qué dejo ir? ¿Qué de mi deseo conservar que me sirva para estos nuevos tiempos llenos de ansiedad e incertidumbre? Porque de lo que sí estamos seguros es que todavía no sabemos cómo habitar este nuevo escenario.
En los cafés virtuales “Tiempo para conversar” que hemos realizado con distintos grupos durante esta pandemia, nos hemos encontrado con mujeres fuertes, armadas de un gran valor, ejemplo de valentía, que se enorgullecen de la fuerza interior que ha surgido de ellas con la que han enfrentado su diario vivir. Con gallardía, igual reconocen que también han estado llenas de miedo, tristeza, rabia, soledad…y eso está bien. Reconocerlo y aceptarlo hace parte de ese valor porque toda esa emocionalidad es perfectamente natural. Es tiempo de vernos con compasión y sin juicios.
Pero, ¿cómo gestionar algo tan súbito, tan inesperado? Por el momento propongo:
• Este tiempo es un llamado a que cada uno de nosotros pueda reconocer quién ES en realidad para poder aportarle a su vida y a la vida de los demás. El autoconocimiento pone en marcha la vida.
• Del pasado traer qué de lo vivido, experimentado o aprendido sirve para apalancar esta nueva etapa de la vida.
• Hablar, hablar hablar. Abrir espacios de conversación para compartir lo que se siente y por lo que se está pasando.
• Abrirle la puerta al optimismo y al mundo de las posibilidades para darle lugar a la creatividad que nos permita aprender cosas nuevas.
• Reconocer y aceptar las emociones que aparecen. El miedo, la tristeza, la ansiedad, el dolor son naturales.
Estas y muchas más son posibles. Lo importante no es la meta, es el camino. Es un proceso que de darlo paso a paso, a algún lugar nuevo nos llevará que será más fructífero que quedarnos en donde estábamos que ya no va más.
Por eso, como el Capitán: ¿Qué te llevas dentro? ¿Con cuál primavera te has quedado tu? Recuerden, el fin de un ciclo es el principio de un camino por recorrer. Confíen en la magia de los nuevos comienzos.
Por lo pronto,
¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?